lunes, 18 de marzo de 2013

En el país de las pesadillas


Caída libre, mis pensamientos se alejan como pájaros en llamas; los siento caer junto a mis sienes, mientras mis cabellos pareciesen querer aferrarse aún a la cornisa desde la que acabo de saltar... Idiotamente indolentes se elevan sobre el nivel de mis ojos, como si no se percataran de que sigo aquí de que, por desgracia, siguen adheridos a mí... como yo a este mundo.
(No por mucho, querida, no por mucho)
Me pregunto entonces, ¿Si también pudiesen solamente saltar, lo harían?
Claro que sí-Claro que sí-Claro que sí…
¿Dónde estaba entonces…?
¿Dónde estoy ahora?
Lejos... lejos, como siempre.
Soy una tumba abierta esperando por mi propia caída. El lecho final. La palabra que nunca debe ser dicha.
La vorágine se ha creado en medio de mis ojos; el abismo se ha extendido hasta los confines más insospechados.
Siempre tuve el pecho abierto, fue por eso por lo que mi corazón se convirtió en cenizas. Y nunca fue un ave fénix.
Nunca fue un ave fénix.
Una catarsis deliciosamente aterradora: paladeo mi soledad absoluta.
No habrá nadie más ciñéndole los brazos a las almohadas esta noche y mientras caigo, escribo estas palabras en mi mente…
Escribo para escapar, como siempre; para olvidar el olvido mismo. Me parece haber corrido durante tanto tiempo...
¿Por qué será que aún no he impactado con el suelo?

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